Te recuerdo, aunque me olvides.


Porque la universidad es otra cosa

 

La mirada alejada que no valora el entorno es aquella que olvida hasta los rostros más cercanos y excluye totalmente cuando le conviene, todo lo que en su entorno es incidental.

Esa es la mirada que, en el momento de las definiciones, no podrá mantenerse rectilínea en la cercanía que la ha rodeado y con el movimiento de seguimiento de la vergüenza del pasado, está obligada a seguir el comportamiento oblicuo de la cabeza a la que pertenece.

Esa mirada, no se soporta por sí misma. Ella, es de posición intermedia. Ella, no es ni vertical ni horizontal, el pasado la retrata tal cual es, aunque en el presente, la simulación le embate por necesidad, los ademanes corporales delatan su realidad.

“La sinceridad hace a la persona más pequeña de más valor que el hipócrita más talentoso”.

                      Charles Spurgeon

La mirada que no puede soportar un comportamiento recto tiene problema de percepción y no recuerda lo que no conviene recordar, pero es propia de aquel que quisiera gozar de una mirada de satisfacción permanente, hacia su comportamiento.

Ha de recordarse que, así como es preferible dar por poseer, que recibir por no tener; es mucho más importante, tener la satisfacción de recordar la contribución del entorno para el crecimiento personal, que el hecho de que el otro olvide que papel has jugado en lo que él ha logrado.

 “Al final, el valor del recuerdo es el producido por la gratitud que no todos poseen”, de ahí que el filósofo chino Lao-tsé, expresara en determinado momento:

“El agradecimiento es la memoria del corazón".

 

Dr. Pablo Valdez.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

El valor de la resistencia institucional

Simón Bolívar y su verdad académica

La investigación, un ¿por qué académico? imprescindible